En medicina, la preocupación principal de los pacientes oncológicos es vivenciar dolor y sufrimiento persistente sobre todo en las fases terminales de su enfermedad.
Según metaanálisis publicadas hasta el año 2005. la prevalencia del dolor en humanos por patologías oncológicas es del 59%, mientras que en la etapa terminal este porcentaje aumenta al 64%. Incluso se reconoce que el dolor no es solo una característica del cáncer terminal, sino que aún en estados de remisión la prevalencia es de 33%.
En nuestros pacientes veterinarios se desconoce la prevalencia del dolor asociada a esta patología. Sin embargo, si se toma en cuenta el principio de analogía en donde se reconocen que las estructuras del sistema nervioso central encargadas de experimentar el dolor como otras formas de sufrimiento en humanos son muy similares en muchos mamíferos, se estima que al menos el 50% de los pacientes veterinarios oncológicos sufrirá algún grado de dolor comparable al hombre en intensidad.
Aliviar el dolor es una obligación ética y moral de todo médico veterinario. Está demostrado que el dolor puede causar graves alteraciones en las funciones fisiológicas como la inmunidad, desequilibrios hormonales, hemodinámicos y metabólicos que comprometen gravemente la calidad de vida de ese animal y su dueño.
El dolor inducido por el cáncer varía según el tipo, la ubicación, la función del sistema afectado y por el propio paciente siendo estos factores los que lo vuelven un desafío para el médico veterinario. La forma más racional de aliviar este modelo de dolor es tratar el tumor subyacente en primer lugar, evaluando inicialmente la posibilidad de remoción quirúrgica o de remisión con radio y/o quimioterapia, pensando en la máxima supervivencia de ese paciente.
Andrea Di Mateo; Nadia Crosignani; Erica Matías